Ribadeo e as miñas cousas (chámalle Blog / Weblog / Bitácora / Caderno … )

Algo un pouco máis longo: “En castellano para que me entiendan.”


Teño escrito para ‘A Mariña’ del ‘El Progreso’ un texto que dixeron ía ser publicado hoxe. Está en castelán, é longo e por eso este aviso. Outra cousa máis: a imaxe está cargada da ‘Galipedia’ Aí vai:

En castellano para que me entiendan.

Como el título indica, este artículo está hecho en castellano, en contra de lo que suelo hacer, en gallego, porque parece que hay gente que no entiende bien esa lengua. En realidad pensaba titularlo ‘la subasta de Ribadeo’, título que puede dar lugar a error pero que se acopla mejor a su contenido.

Está dentro de los métodos de la teoría económica capitalista el tratar de extender su influencia, mercantilizando campos que en principio pertencen a la esfera pública y sometiendo a su voluntad a dicha esfera. Esto se lleva a cabo muchas veces con aquiescencia dentro de las instituciones, endeudándolas con no importa que causa, con lo cual a continuación tienen que conseguir dinero empleando para ello la venta de bienes que les son propios o la resignación de la propia voluntad, de las decisiones que de ellas emanan, a intereses particulares. En el primer caso se consiguen recursos inmediatos a cambio de la capacidad futura; en el segundo, se está vendiendo a la gente.

En Ribadeo encontramos que las calles se peatonalizan para hacerlas más humanas y al cabo se cubren de mesas reduciendo el espacio vial útil de los peatones. Un proceso semejante, más lento pero más antiguo ocurre en el Cantón, donde los niños antes jugaban y ahora se les queda chico, después de tener parte del subsuelo (y sobretecho) del mismo privatizado. De forma diferente otro espacio ribadense queda cada vez más cerrado y ocupado, a pesar multitudinaria protesta: de hace dos años a esta parte la ría perdió 8000m2 sólo en Mirasol. Lo anterior, a parte de la señal de prohibido el paso que implica que el mortal común puede ser castigado por simplemente pasar por las instalaciones, y que de estar sólo en Mirasol ahora también puede verse en Porcillán, recordando esos asentamientos en los que los habitantes saben que hay mar detrás, pero no alcanzan a verlo. No sólo es la cesión de suelo, sino también de altura: parece que las sentencias sobre alturas en la construcción no inciden en la práctica, estirando el techo ribadense antes de que el ya nuevamente retrasado PGOM extienda legalmente la superficie construíble sin pega hasta límites por el momento desconocidos, amparando las cuatro urbanizaciones iniciales ya conocidas y otras diez de las cuales por el momento se sabe muy poco. Por supuesto, de aquel jaleo sobre irregularidades diversas en la construcción ribadense nada se volvió a hablar. También se podría hablar en este apartado de la venta de suelo vial transitable y aparcable por automóviles: ahí está, por poner un ejemplo, el caso de alguna obra que lleva más de un año cerrando una calle y restringiendo paso y aparcamiento en otra cuando se nota perfectamente la parte arreglada después del hundimiento debido a la misma obra (un mes en arreglarlo), y ahí están también los problemas irresolubles en estas circunstancias de tráfico y aparcamiento.

Naturalmente, hay otras formas de cesión a parte del suelo. El tiempo es otra posibilidad, y dentro de éste, el tiempo nocturno parece tener un lugar particular: las noches se llenan de ruídos de más negocios abiertos durante más tiempo, apoyados con actividades nocturnas de tipo público y con peticiones de la propia Casa del Ayuntamiento, según parece para abundar en las dichas exiguas ganancias a corto plazo de una hostelería nocturna que no cesa de aumentar. Sobre un tema semejante, esta vez con base en la industria, hay un cartel desde hace meses cerca de la estación. … A despecho de que podamos dormir tanto gente que ribadeamos todo el año como otros que lo hacen de forma ocasional, de nuestras protestas y denuncias, de los dictámenes del Valedor del Pueblo o de las ilegalidades e irregularidades que se estén cometiendo, incluso con la misma legalidad de la que el ayuntamiento se dota.

La información puede servir de tercer ejemplo. Preguntaría cuánta gente se siente informada no ya de lo que pasa en el ayuntamiento, sino de las decisiones que allí se toman. Del presupuesto a otras de andar por casa, el personal ya pasa, a veces por desinterés, si, pero otras por simple hastío de falta de información veraz y empacho de propaganda. Sin embargo, la información existe. ¿Quien la tiene? Sin hablar de cuando es el ayuntamiento quien debiera procurar información para distribuír a la ciudadanía. O acaso, ¿se sabe si el Puente de los Santos va a tener servicio para atender los peatones y bicicletas?

Por cierto que en la vida todo se contagia, y así vemos como la que en los ochenta se llamó ‘cultura del pelotazo’ está instalada en las nuevas generaciones después de años de promoción.

Cabe recordar que en tiempos había la ‘patente de corso’, por la cual a todo aquél que tuviera un barco y contactos en la corte se le daba permiso para atracar a los barcos de otras banderas: un método rápido de enriquecerse a partir de un cierto nivel, pagando a quien concedía la patente. Y sin hablar de la venta de armas, también la venta de drogas ha sido motivo de recaudación de dinero por parte de la administración, como saben chinos e ingleses, enzarzados en la guerra del opio. Claro que esta última venta sigue en cierta forma practicándose con el alcohol.

Naturalmente, hay cosas buenas en la gestión municipal, no todo es venta en el sentido del que hablo en los párrafos anteriores; en la prensa, día a día salen noticias en las que el ayuntamiento anuncia novedades y buenas cosas (lo sean o no, se lleguen a cumplir o no, tengan en realidad algo de lo que congratularse o no) y hay departamentos que funcionan (esté de acuerdo con las decisiones y resultados o no).

Antonio Gregorio Montes


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