O descontrol da política é a base da argumentación desta entrada de José María. Base que fai totalmente actual as súas palabras. E o contraste entre os seus enunciados e a realidade ten podido cambiar algo de forma, mais permanece igual de visible, se non máis.
Viernes, 16 de octubre de 2009
EL PODER Y LOS PARTIDOS POLÍTICOS
• Publicado por jmrd_ribadeo a las 11:18
Desde que en la corta historia de la democracia española se ha descubierto que la política es el camino más fácil y corto para alcanzar la riqueza son muchos los candidatos que se enfrascan en la dura batalla electoral para alcanzar el poder. La participación en esta competición está regulada por unas normas estrictas dictadas por los partidos políticos que tienen el privilegio de seleccionar a los candidatos que a ellos les interesan. Hasta tal punto se reservan el “derecho de admisión” que, mientras los partidos andan a la greña entre ellos por cualquier nimiedad, se ponen todos de acuerdo en su lucha y condena contra el transfuguismo de sus militantes para que se ciñan, “prietas las filas”, a la obediencia ciega a las directrices del partido y evitar las disidencias. Es así como los partidos, usurpando los derechos del pueblo a poder delegar libre y directamente el poder que le da la democracia, se han convertido en dictaduras a cuyas sombras prolifera la fabricación de chorizos y mafias que inundan todo de corrupción. En ellos florecen esos pijos engominados, profesionales de la delincuencia, que practican el soborno y el robo, la prevaricación y el trinque, desvalijando las cajas públicas, como en el caso Gürtel, contaminando con su purulento virus a toda la sociedad, y a las propias instituciones del Estado, como en el caso Faisán, el de los chivatazos a los terroristas. Unas mafias formadas por profesionales de la política que se desarrollan bajo los paraguas protectores de los partidos a los que utilizan como medio para enriquecerse a costa del pueblo. Es así como los partidos, a través de las listas cerradas y de la disciplina de partido, ejercen su poder apisonador sobre la sociedad, manteniendo encarcelados y acorralados a los poderes del Estado.
Es hora de que alguien haga algo para devolver al pueblo el poder que le otorga la Constitución para poder elegir libremente a sus representantes y ejercer del control necesario sobre los políticos para evitar estas situaciones. Se hace necesario potenciar la puesta en marcha de ciertos requisitos indispensables para atajar este virus que está destruyendo la democracia.
El control es una función esencial que corresponde ejercer a la sociedad y al ordenamiento jurídico ante el que debe rendir cuentas el que ostenta el poder. Entregar el poder para ser ejercido sin medidas de control es un suicidio. Los variados y famosos casos de corrupción que hemos tenido que sufrir en la corta experiencia democracia, como el caso Filesa antes o el Gürtel ahora, son prueba evidente de la ausencia de un control eficaz sobre la clase política.
La temporalidad en la duración del ejercicio del poder y la renovación de los cargos es, también, un requisito indispensable para evitar la corrupción y el nepotismo. La prolongada permanencia en los cargos políticos, fenómeno muy común en nuestra democracia, es sospechosa y conduce, con frecuencia, a la corrupción.
El ejercicio del poder no debe gozar de inmunidad ante la crítica para evitar así la corrupción. Por eso, la libertad e independencia de los medios de difusión para ejercer la crítica es algo esencial en una democracia. Un recurso del que nuestra democracia está muy necesitada. Hace falta prensa libre que aporte luz y taquígrafos a la política mediante la denuncia de corrupciones, abusos, traiciones y desmanes.
El poder debe, asimismo, convivir y sujetarse al control de la oposición para que le obligue a ser transparente o a correr el peligro de verse sustituido por ella. La oposición está para ejercer el control en nombre del pueblo y colaborar en las decisiones que afecten al Estado y beneficien al pueblo.
El ejercicio del poder ha de evitar la utilización de fórmulas o símbolos que desfiguren su carácter de poder delegado o de servicio a la comunidad.
Entre sus cualidades debe estar la de valorar cada señal positiva de cualquier poder emergente. Debe ser receptivo a cualquier otra opción política que favorezca los intereses del pueblo.
Quien ostente el poder ha de esforzarse en reforzar el poder de la sociedad y propiciar la participación de los ciudadanos. Fomentar la mayoría de edad de los ciudadanos debe ser uno de sus objetivos.
Y, finalmente, quien ostente el poder no ha de olvidar el carácter simbólico de su cargo, en el que depositaron sus ideales de ética, de justicia y de equidad los ciudadanos. Un poder que les ha sido dado a quienes lo ostentan para dar una respuesta de honestidad al ejercicio de la política.