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Diario de un confinado en la plaza de Olavide. LA VIDA COTIDIANA ES COMO UNA PELÍCULA EN BLANCO Y NEGRO. Ángel Alda


Martes 17 de marzo

Dos de las noticias que más me han asombrado estos días.

La primera en el FT, informa que el gobierno del Reino Unido para calcular el impacto del Covid sobre la demanda hospitalaria estaba utilizando un modelo basado en una enfermedad con unas exigencias clínicas muy inferiores. Por eso estaba tan tranquilo el rubio Boris. Pensaba que iba a poder manejar la crisis con la décima parte de los recursos. La hostia que se van a pegar los ingleses va a ser de época.

La segunda es más divertida. Trump ha puesto a su yerno, un chico de profesión rico de familia que no ha pegado un palo al agua en su vida, a la cabeza del grupo de expertos en la epidemia de coronavirus ¿Y saben ustedes lo primero que ha hecho? Agárrense: preguntar a sus amigos del Facebook.

Moraleja. Confíen solo en esto: en casa no te infectas. Te aburres un montón. Vas del Twitter al WhatsApp y del cuarto de baño a la tele. Leer no te queda tiempo. Y escuchar música pues casi te da pudor cuando estás disfrutando de un silencio callejero lleno de trinos de pajaritos.

Algunos tienen más suerte. Mi primo José está en su casita de campo de Alicante con su huerto, su corral y sus árboles frutales. No escucha la radio y su mujer no le deja ni ir a por el periódico. Encima le gusta cocinar aunque se le han acabado los ajos y tiene que improvisar.

Él puede aguantar unos cuantos meses así. Le envidio. En mi casa solo hay tiestos con hermosas flores. Un ciclamen que llama la atención. Un geranio que compramos casi como si fuese una mascota a última hora antes del confinamiento. Y unas plantas que Rosa, nuestra cuidadora doméstica, se empeñó en recuperar de rastrojos del año pasado y que milagrosamente han prosperado y florecido cual plantas adolescentes. Prueba de que en esta vida el concepto de viejo y de joven depende solo de las circunstancias. Uno es joven mientras baila.

Por la plaza cae a todas horas una patrulla municipal a avisar a los pobres mendigos despistados que hacen normalmente tertulia que se ha acabado la fiesta y que ya no pueden estar en grupo. A las ocho de la tarde el jolgorio de los aplausos. Algunos empiezan cinco minutos antes. En la casa el silencio solo se quiebra con las carreras y los gritos de los niños de mi vecina del primero Isabel. De vez en cuando hablamos con los tres por el patio. Y en casa todo en orden. Salgo todos los días a cumplir religiosamente con el rito de comprar el periódico y hacer, cuanto toca, la compra. Tenemos subsistencias hasta de papel de baño. Y por la noche antes de cenar nos vamos de copas. Por lo menos un vinito cae. Y de buenos vinos, que conste. Estamos arrasando con mis reservas y crianzas celosamente guardadas para casos de guerra.

Otro día hablaremos del gobierno como amenazaban Tip y Coll.

Saludos

Ángel.


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