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Carnaval, te quiero. Covadonga Suárez, Por Nuestro Faro


do libro ’25 anos de entroido ribadense’

Es carnaval y me encanta. Hoy no hablaré de lo importante, a quién le importa.

 No me apetece enfadarme, con qué objetivo, los resultados de la indignación en nuestro siglo son inexistentes y corresponden a coordenadas invisibles e incomunicables, de ahí que el hastío vertebre toda forma de vida. No estamos en dictadura ni en democracia, hoy las cosas no tienen nombre, ni lo tiene esta época global y local donde la ley sólo sirve de tirachinas. ¿Qué se puede hacer en esos sueños sudorosos en que uno se despierta manoteando en la oscuridad y cuando quiere darse cuenta ya no recuerda lo que estaba soñando ni contra qué luchaba? Es más sencillo cualquier otra cosa, beber cualquier otra copa. ¿No hay? Pues ponme lo que tengas. Tenemos carnaval. Pues venga ahí. Ponme caipiriña. Estoy hasta el gorro de ser antisocial y quejarme de gobiernos con mayoría absoluta, hay que estar chiflado, y más aún tal día como hoy, donde basta con meterse en un yacuzzi con una botella de champán para ser rey y reina. Suicida es el que critica al que es aplaudido en los palcos, en los estrenos, en el saque de honor, en el photocall, en las manifestaciones, y en los planes de ordenación y regulación de la opinión pública. No es de recibo quejarse, es asocial por definición, y hoy, encima, es carnaval, una licencia poética, festiva, anímica, es ser o no ser y ser sin rumbo cierto, y sin rostro y con el ropero invertido, siempre triunfal. Pues sí, no hablaba de vosotros, sino de ellos : hoy es la fiesta de muchos profesionales. Felicidades.

Hoy me apetece unirme a la masa serpeante y turutear hasta echar humo. No unirme a los que están de santo sino a los que están hasta el cogote. Los primeros siempre están de celebración, y yo acabo de caer de la burra. Cierto. Felicidades. Hoy casi propondría sacarnos el sombrero y lanzarlo al aire todos a un tiempo. Tenemos mucho que celebrar, se me ocurre salir con una motosierra a talar árboles yo misma, de la emoción que suscita en mí que se aplique una ley contra incendios 11 años después. Ya lo dicen las noticias, y hasta las televisiones, es maravilloso. También lo dice una amiga mía: “Esto es Hollywood”, sí, un Gran Hermano paternalista en diferido, retocado, y con cortes publicitarios. Celebrémoslo. Que veinte años no es nada, ¿no lo decía Gardel? Pues 11 aún menos. Tampoco es nada 10 años de concesión en la Isla Pancha, no seamos malpensados, quizás nos tengan preparada una sorpresa también en el año número 11 y una fiesta a continuación. Igual en 2026 alguien se pone a leer informes o leyes, o hemerotecas, o yo qué sé. Confiemos. Venga, qué nos cuesta. Ir contracorriente es ser antisocial, y lo contrario es antifaz.

Me encanta el carnaval. No sé si le estáis pillando el punto, pero nos merecemos salir y berrear. En otro tiempo poner en tela de juicio, mirar en perspectiva, situarse en el ángulo era lo correcto. Hoy lo que une e integra es el aplauso alienador que se desplaza verticalmente. Por eso, los que están de santo no deberían celebrar nada. Nosotros sí, sin embargo, porque la calle, inexorablemente, siempre fue del pueblo.


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