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CONFINADOS O DESCONFINADOS. THAT IS THE QUESTION. Diario de un confinado en Olavide. Ángel Alda


@NicoOrdozgoiti

 CONFINADOS O DESCONFINADOS. THAT IS THE QUESTION.

   Viernes, 9 de octubre de 2020
    Pues no sé si estoy confinado o desconfinado. Posiblemente tendría, incluso, que dejar de escribir bajo apercibimiento judicial. De ahí el título de esta entrega.

Siendo los madrileños conocidos como gatos desde tiempos inmemoriales, no sabemos si por saber caer de pie desde las alturas de las murallas o en memoria de un señor medieval que se llamaba Gato de apellido, hoy deberíamos ser reconocidos como gatos de Schrödinger. Ya saben, aquel gato cuántico que estaba y no estaba dentro de una caja experimental. Si son de Madrid o viajan mucho por estos lugares de perdición conocerán el pasaje de Gato, la calle de los espejos deformantes que inspiraron a Valle sus esperpentos. En la calle del gato eres gordo y flaco, alto y bajo, todo al mismo tiempo.
    El hecho cierto es que los jueces han puesto en cuestión la norma dictada por la comunidad de Madrid en cumplimiento del mandato de un consejo Interterritorial de sanidad. Y por lo tanto el jueves entramos en tierra de nadie, aunque el alcalde mismo haya salido cantando aquello de que “no salga naide que es muy mal ganao”.
    Me van a perdonar no criticar, desde la ignorancia jurídica, la sentencia. A veces los jueces siguen el consejo del hágase justicia aunque se hunda el mundo. Seguro que la lectura que han hecho de la norma hoy anulada se corresponde con las leyes o con una interpretación razonada de las mismas. Lo que me preocupa es que normas parecidas de confinamiento perimetrales de otras ciudades, y hasta regiones, hayan pasado el filtro de la ley en otras ocasiones recientes. Incluso el mismo tribunal hace quince días no encontró obstáculos para confinar barrios enteros de Madrid sin que se le moviese el bigote. Cuentan los expertos, alguno queda todavía, que el problema viene por haberse invocado una ley equivocada. Digo yo que alguien ha hecho muy mal su trabajo. Incluso los jueces que han dictado el auto señalan que otras leyes hubieran debido invocarse. Desde mi ignorancia de los procedimientos puede que hubiera sido útil explorar la posibilidad de haber dado a las administraciones la posibilidad de corregir la norma invocada como recientemente ha ocurrido en la Comunidad de Castilla y León. Incluso cabe que eso se pueda hacer a posteriori aunque con la pérdida de tiempo correspondiente. En cualquier caso, no incluir la salud entre los derechos fundamentales dignos de proteger al mismo nivel, cuanto menos, que los de movilidad, parece no tener mucho sentido.
    Algunos, desde el cinismo que se va apropiando de nuestro carácter, opinan que el país ha entrado en descomposición y recomiendan que cada cual se busque la vida. El problema es que somos muchos los jubilados, los enfermos, los pobres y los humillados que seguimos dependiendo del estado leviatán. No somos capaces de ver cómo influir en política para promover cambios de la misma manera que lo hacen los lobbies o los poderes fácticos, como hasta el más humilde de ellos, el de la hostelería, que se ha erigido en uno de los grupos de presión más sólidos de la ciudad. Somos conscientes de que vivimos en sociedades duales y polarizadas en las que triunfan los demagogos, los populistas y los más extremistas y por encima de ellos quienes más invierten en acercarse a las fuentes del poder. No confiamos en nadie, rodeados como estamos de medios y redes manipuladores y manipulados.
    Nuestro estado autonómico está manga por hombro. No existen mecanismos federales que hagan converger los intereses particulares de unas y de otros. Esto se aprecia muy claramente en estos momentos en los que las instituciones dedicadas a la salud pública pueden determinar la buena o mala gestión de la epidemia de la Covid.
    Pero hay mucho más y esto ya es una reflexión personal mía en la que muchos de ustedes no van a coincidir y que expongo aquí, pues creo que algunos incidentes de estos días, incluido el auto del que venimos hablando, me lo sugiere. En España se consiguió llevar al ejército a la democracia y parecía muy difícil. Se consiguió incluso democratizar la policía o por lo menos jerarquizarla bajo el imperio del poder civil. Pero la justicia. Que fracaso. Hemos, creo que es un fracaso político social y global, dejado que los jueces se conviertan en un poder al margen del orden democrático entregado a los corporativismos y al juego de los grupos de interés. Y lo malo es que cuando el poder civil se tambalea fruto de un empate electoral imposible de resolver, ese poder paralelo es capaz de convenir con otros muchos poderes fácticos, el dinero y ciertos grupos políticos, una salida a su favor, lo que ahora los teóricos llaman lawfare, que consiste en anular la capacidad de gobierno del ejecutivo, bloqueando hasta su actividad ordinaria con el propósito de crear un clima de opinión social desesperanzado y dar la vuelta al marcador democrático imponiendo soluciones desde la tecnocracia o el orden tradicional de toda la vida. Y lo están consiguiendo. La justicia no ha sido capaz de adaptarse a los cambios del tiempo. Esta semana por fin una jueza ha sido nombrada presidenta de una sala del Tribunal Supremo por primera vez en sus doscientos y pico años de historia. La justicia parece inmutable e imperturbable salvo en lo que se refiere a su capacidad de aliarse con los grandes poderes que muchas veces no coinciden con los propios de la soberanía popular. Antes bien parecen encontrarse incómodos cuando se pretende que su órgano de mando corporativo, el CGPJ, esté conectado de alguna forma con el poder surgido de las urnas. Lo consideran un agravio.
    El común de los ciudadanos mueve las cejas, inicia una sonrisa sardónica y lanza al aire el clásico todos son iguales. Al final el estilo es el hombre y en estas circunstancias todos usamos el mismo patrón. Un estilo defensivo ante lo que no podemos cambiar. Siempre es mejor caminar por los márgenes que ponerse en medio de la calzada. Esto no hay quien lo aguante.
    Resumen. El marco constitucional y legal del país está hecho unos zorros, los poderes constituidos enfrentados entre sí, el pueblo mirando a donde le dictan unos u otros medios y unas redes enloquecidas. Y el virus a su aire. Pero vamos a salir adelante.
    Si. Sigo con esos sueños de madrugada. Uno de los últimos. Recibo una llamada en casa que me apremia a ir al Congreso a tomar posesión de un acta de diputado. Por sorteo. Alguien con poder suficiente ha decidido cargarse el sistema de los partidos y apostar por el del sorteo directo entre los ciudadanos de los cargos del poder legislativo. Tenemos que reunirnos para proceder a nombrar un nuevo gobierno. Que lleve listas de las personas que prefiero para ser presidente del gobierno o ministros. Pero quién me ha elegido. Ha sido un sorteo organizado por un algoritmo. Sigo insistiendo. Quién ha diseñado ese algoritmo. Un ordenador. En un bucle sigo insistiendo con preguntas hasta que mi interlocutor me manda a tomar por saco. Mira que si hubiera sido real…Qué oportunidad de callarme.
    Que ustedes lo pasen bien en este puente del Pilar. Pueden irse donde quieran con las bendiciones judiciales correspondientes.
    Besos
    Ángel
    POSTDATA
    Empeñado en obligarme a cerrar esta entrega semanal los jueves de noche con un ligero retoque final recibo recojo las últimas noticias. Parece que hay sobre la mesa una especie de ultimátum del gobierno central al de la comunidad autónoma de Madrid para que actualice la orden rechazada por los jueces y ampararse en el marco legal orgánico que los propios jueces señalan como adecuado. O, de no ser posible, decretar el estado de alarma constitucional. Mientras tanto, el tapón que quería evitar que las gentes de Madrid salgan de estampida con el puente del Pilar ha quedado levantado. Hagan ustedes lo que tengan a bien. Nosotros seguiremos en la villa y corte disfrutando del espectáculo en directo.


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