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MOSTRENGOS. José María Rodríguez Díaz (2010)


    Unha nova lección que nos dá José María da historia, lingua e cultura do noso entorno.

Sábado, 27 de noviembre de 2010


MOSTRENGOS


• Publicado por jmrd_ribadeo a las 9:42


Mi amigo Miguel Gutiérrez, que cuando se acerca a su tierra natal no desaprovecha la ocasión de saciar su innata curiosidad por conocer y desvelar, antes de que desaparezcan en el olvido, los antiguos topónimos de la costa que baña aquel precioso entorno que tiene por joya la playa de Augas Santas, me pregunta por el significado de la palabra mostrenco. Un nombre que oyó utilizar a sus paisanos para referirse con ella a los objetos, a veces valiosos tablones de madera, que la mar depositaba en las playas en los grandes temporales y que los vecinos de A Devesa y de otras partes de la costa solían ir a recoger para sus casas. Extraña palabra, ciertamente, que yo jamás había oído antes mencionar referida a esos objetos y que consideraba arcaica o fuera de uso en nuestra comarca, hasta que Miguel me sacó del error.


En mi curiosidad por desvelar los secretos sobre el origen y el significado de este vocablo, tan en desuso en el interior de nuestra comarca, aunque de uso común aún hoy en día en Portugal y al parecer en nuestras costas, acudí en consulta al gran filólogo, universalmente acreditado, J. Corominas. Este autor hace derivar este vocablo de la palabra castellana ‘mostrenco’, con la que aludían antiguamente a las reses lanares o caballares sin dueño o abandonadas. Deriva esta palabra, según Corominas, del verbo ‘mostrar’, del que se deriva, también, la palabra ‘mostrenquero’, referida al pregonero que tenía por misión el ‘mostrar’ públicamente los animales encontrados vagando sin dueño por los campos, para facilitar así su reconocimiento por los posibles dueños. Y la legislación que entonces regulaba la recogida de estos animales sin dueño por parte de los pastores decía: ” todos los ganados perdidos que llaman ‘mostrencos’, por privilegio de los Reyes de Castilla son del Concejo de la Mesta; y por que se sepa que los hay, en cada un año hagan mestas todos los pastores destos reynos”. Y, efectivamente, todos los años se reunían los pastores en una junta a donde llevaban las ovejas que en sus trashumancias se habían perdido o cambiado de rebaño, quedándose en el de algún otro pastor, para devolverlas a sus verdaderos dueños.


Por un simple fenómeno de extensión analógica esta palabra, que inicialmente se refería a animales sin dueño, pasó a aplicarse también a cualquier clase de objeto sin dueño. En este sentido es usada en los autores siguientes: J. Klein, en su libro ‘La Meseta’, cita un documento del siglo XII, extendido en Medina del Campo por Fernando IV, que dice: “vos mando que donde quier que (a) los dichos frayles o sus mensajeros fueren y vos mostraren alguna cosa que no obviese dueño, que es llamado mostrenco, que se lo fagades entregar”. Y en ‘La Celestina’, de F. de Rojas, se utiliza la expresión ‘hacerse mostrenco’ en el sentido de ‘andar vagabundo’. Y con este significado aparece en el Diccionario Xerais da Lengua como ‘persona ociosa o inútil’.


El paso de la -c- de ‘mostrenco’ a la -g- del gallego ‘mostrengo’ se corresponde con un fenómeno normal y corriente en la formación del romance por el que la c se convierte en g, como amicus en amigo, Sacratus en sagrado o ecclesia en igrexa. De donde se deduce que del verbo ‘mostrar’, más la posposición de pertenencia -engo, como ‘realengo’ -perteneciente a la realeza- o ‘abadengo’ -perteneciente a la abadía-, nos queda la palabra ‘mostrengo’ con el significado de objeto sin dueño que hay que mostrar. Y eso eran y no otra cosa lo que los ribereños de la costa de A Devesa y de otras latitudes de la costa cantábrica iban a recoger a las playas los días de temporal: objetos que la mar había arrojado a sus playas y que, por lo tanto, carecían de dueño, y por eso, por extensión, eran llamados ‘mostrengos’. “Vamos recoller os mostrengos que botou o mar”.


Espero que con esta explicación quede satisfecho mi amigo Miguel, a quien felicito por su afición a la recogida de los viejos y primitivos nombres de esa costa, mucho más representativos de su pasada historia que los recientemente inventados. Nombres que a falta de otros testimonios, escritos o arqueológicos, nos están hablando de la actividad o de la forma de vida de un pasado. Por eso los responsables públicos deben cuidar muy mucho lo que hacen cuando alguna asociación les propone cambiar nombres de calles, plazas o rincones por otros nombres de personajes de la actualidad, que nada dicen de la historia pasada de nuestros pueblos.

José Mª Rodríguez


 

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