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¿USTEDES SABEN REZAR? Diario de un confinado en Olavide. Ángel Alda


 

Un taller de Citroen abierto en los años cuarenta ha cerrado definitivamente. Su propietario ha colocado un cartel en la puerta. Calle Gaztambide, barrio de Argüelles en Chamberí.
Leerlo es todo un resumen de lo que estamos viviendo.

 

¿USTEDES SABEN REZAR?

   12 de febrero de 2021

   No hay caminos hacia el éxito económico sin trabajar. A excepción de las loterías y de las inversiones en bitcoins. Pero eso es cosa de unos pocos afortunados. Para que un tal Elon Musk o, en su caso el primo de Albacete, se forren, hace falta previamente que unos cuantos millones de otros primos corran a las administraciones de lotería o de monedas digitales a comprar boletos y comprobar al cabo del tiempo que tienen que seguir jugando.

   Para los países funciona algo parecido. Aquellos que se pueden permitir el lujo de ser el Musk de las grandes potencias o tener acceso a bienes deseados por el resto del mundo, ponga usted materias primas o tecnología o fuerza militar pueden esperar recibir en forma de capitales, ingresos o transferencias de aquellos países dependientes de esos bienes. El resto tendrán que buscarse la vida. Poniendo más ingenio, cavando minas o agrupando esfuerzos con terceros por aquello de que la unión hace la fuerza. O confiando en que salga el sol y vuelvan los turistas como en nuestro caso.

   La crisis del 2008 y la pandemia han puesto cabeza abajo el bombo de la lotería. Los números de la suerte empiezan a ser repartidos de forma contraria a la historia. España está sufriendo particularmente el vuelco. Lo que constituía nuestro valor diferencial: un lugar privilegiado en el mundo para el ocio y el disfrute, traduzcan por turismo y hostelería, hoy ha dejado de ser un valor apreciado. Creemos que lo volverá a ser en el futuro pero no es seguro. Hoy la inversión en bienes turísticos, en transportes de masas globales o en actividades de ocio y disfrute vacacional se ha convertido en inversión de riesgo. Y con ello los bienes de capital fijo, estructuras de acogida, regiones enteras como nuestras islas, barrios y poblaciones orientados al turismo o al ocio lo van a pasar mal. Además esto se produce cuando sufrimos, dejando de lado nuestras posiciones en los ránkings de democracia, una importante merma de liderazgo social, económico y político y cuando instituciones importantes de nuestro sistema no son capaces de proyectarse hacia objetivos solidarios y transformadores.

   La prueba la tenemos en un detalle. Parece que confiamos nuestro futuro a la llegada de un gigantesco paquete de ayudas financieras y donaciones. Bienvenido Mister Marshall cuando el sentido común nos dicta que la verdadera alternativa tendrá que venir del esfuerzo y del sacrificio propio. Pensemos lo que nos cuesta lanzar proyectos colectivos de reforma y cambio de nuestras estructuras productivas, de nuestro sistema educativo o del régimen fiscal. Lo estamos viendo en los debates de las elecciones catalanas. Apenas se habla de lo sustancial y sin embargo se anatematiza al adversario ¿Con quien pactaremos las necesarias reformas?

   Estos días las noticias abundan sobre desastres competitivos de nuestra economía. La República Checa por poner un ejemplo supera a España en PIB por habitante. Y Estonia, Lituania y Eslovenia están a punto de conseguirlo. Y no crean que son cambios que solo afectan a España. La convulsión se multiplica. Ejemplo de esta semana: se acaba de anunciar que la bolsa de Amsterdam ya ha superado a la de Londres en transacciones de acciones de empresas.

   España hasta la crisis del 2007 parecía que aceleraba en su desarrollo y estuvimos cerca de alcanzar a Italia en ese parámetro de desarrollo. O que reduciamos la brecha con Alemania. Pero aquello fue un espejismo. La brutal caída del sector de la construcción debida a la crisis inmobiliaria nos hizo pagar un precio altísimo. Gracias a que nuestro sector turístico no padeció la misma quiebra pudimos mantener el tipo, pero con la crisis actual de la pandemia que sí ha alcanzado al turismo, nuestras estadísticas presentan un perfil anémico definitivo. Si antes nuestra situación era la de miel sobre hojuelas ahora todo son pulgas.

   Las causas están bien establecidas por la academia. Mayor paro y menor productividad. Problemas en la formación de la fuerza de trabajo y dedicación a sectores con menor valor añadido. Tamaño inadecuado de las empresas, inversión en investigación corta, estructuras institucionales ineficientes, etc, etc.

   Transición energética, tecnología digital y aplicaciones de la inteligencia artificial. Esos son los tres ejes que soportan el esfuerzo común de la UE para la ayuda a los países miembros. Nada de dinero para abrir bares o cocinas. Por lo menos directamente. Ahora bien, si usted inventa un cocinero digital, una robot de cocina que vaya más allá que el de Lidl por supuesto, puede que obtenga algo. O si crea un dron que haga las veces de repartidor de Deliveroo también ¿A que no se le ha escapado que eso se puede traducir en menor empleo? Puede que el problema del paro no tenga solución con los famosos fondos. Salvo que parte de ese dinero vaya para reconvertir cocineros en técnicos informáticos. Eso implica una revolución en nuestro sistema educativo.

   Cuando hablamos de fondos europeos nos referimos a unos montos de apariencia exorbitante. 70 000 millones de euros en cuatro ejercicios. Una parte se librará a favor de las administraciones municipales y autonómicas para sus respectivos programas ya acordados de reformas y con cargo a fondos bien conocidos y rodados. Pero la parte mollar exigirá la planeación de proyectos específicos con cargo a fondos muy novedosos, el más importante conocido como Next Generation. Esos proyectos van a ir adjudicados a grandes empresas de las que se espera se conviertan en una especie de locomotoras del cambio global y que puedan generar una especie de efecto cascada en el entorno económico de tal manera que su impacto llegue al tejido empresarial de las medianas y pequeñas empresas. Me reservo mi opinión sobre esta filosofía. No creo en los Reyes Magos tratándose de empresas españolas grandes. Su capacidad como capturadoras de recursos públicos para su propio beneficio es legendaria. Pero a falta de pan buenas son tortas. No me imagino cómo se podrían hacer las cosas de otra manera. Crear de la nada estructuras de gestión administrativa capaces de resolver concursos y auditarlos a favor de las pequeñas empresas no lo puedo concebir cuando tenemos hasta dificultades para tramitar seguros de desempleo o ayudas sociales. Sobre todo después del esfuerzo de los últimos años por cargarse instrumentos públicos que estaban dotados para ello. Y después de la cesión a las autonomías de las competencias en materia industrial y comercial. No hay vuelta atrás y tendremos que arar con estos bueyes. Me temo que es una discusión extremadamente técnica en la que pocos estén interesados.

   Hay un camino, claro que sí. Muchos caminos posibles. Pero todos pasan por darle al caletre. Debates públicos sobre emergencia climática, sobre ciencia y tecnología, sobre formación profesional, sobre nuevas formas de ocio… No hay forma de cambiar el sentido de las cosas sin la participación ciudadana. Pero no lo veo. Seguiremos hablando de inmigrantes, de menas, de jueces, de Bárcenas, de policías chungos. Y de Pablo Iglesias que como todo el mundo sabe es el villano de la película. Siento ser tan pesimista. Creo que es el espíritu de los tiempos.

   En cualquier caso lo más importante es ser conscientes de que hagamos como hagamos las cosas, muy bien o muy mal, el sufrimiento de tanta gente, de tantos sectores económicos afectados, solo podremos aliviarlo con una herramienta. La solidaridad. Al final los mejores programas se resumen en el lema que alumbró don Joaquín Costa: escuela, despensa y siete llaves al sepulcro del Cid.

   Besos para todas

   Ángel

POSDATA

   Anoche estuve viendo el debate de la mascarilla de Illa. Del futuro de Cataluña poco sabemos. Lo previsible.

   Titulé la entrega con un ¿Saben ustedes rezar?. Y termino con un: Que Dios nos ampare.

   Passeu-ho be


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