Soldados españoles reciben vacunas en el cuartel de instrucción de Cabeza Playa en el Sáhara Occidental. |
Vacunas, guerras y poder.
5 de febrero de 2021
Epidemias, ejércitos, guerras y vacunas.
Fenómenos y situaciones muy correlacionadas a lo largo de la historia. La viruela causó más bajas en los ejércitos de las fuerzas independentistas norteamericanas que los batallones coloniales británicos. Las fiebres tifoideas fueron la mayor causa de mortandad de las tropas españolas en la América libertadora. El paludismo causó estragos en las tropas USA en Asia a lo largo del siglo XX. La inoculación masiva de las primitivas vacunas contra la viruela tuvo como beneficiarios principales a las fuerzas del Ejército Continental del libertador Washington. Gracias a la investigación de los servicios sanitarios del ejército de los EEUU en la guerra contra España de Cuba se descubrió que el agente infeccioso principal de la fiebre amarilla eran los mosquitos, descubrimiento que permitió resolver un foco epidémico brutal. Y así podríamos estar escribiendo ejemplos hasta el año que viene.
Movimientos de población, deterioro de la vida cotidiana durante las guerras, vida campamental y tantas circunstancias de la vida militar son vectores que agudizan los riesgos epidémicos. Y en sentido contrario, usar factores infecciosos como armas de guerra es una tentación inocultable que forma parte del arte de la guerra. De ahí el miedo de las sociedades, los sentimientos conspirativos y conspiranoicos que inundan nuestra imaginación.
Y con ello la sensación creciente de que la tercera guerra mundial ha comenzado. La primera batalla ha sido la de la extensión de la pandemia, una pelea de desgaste, de ruptura de equilibrios, de deterioro de las cadenas de poder y de la organización social. Los contendientes han sufrido enormes daños en sus estructuras físicas y morales en función de cómo se hayan organizado. Algunos han preferido mantener a su población en la ignorancia, como si la guerra no fuese con ellos. Otros han preferido organizar a sus pueblos y encuadrarlos con disciplina militar. Está claro quién ha ganado esta primera batalla. El gran ganador ha sido la potencia emergente china que ha sabido mantener la disciplina y el orden de combate entre los suyos. Y el perdedor la potencia hegemónica del siglo XX que después de ganar la guerra fría ha preferido retornar a sus cuarteles de invierno con el discurso de América Primero.
El frente principal se encuentra en estos momentos estableciendo su campo de desarrollo en torno a las vacunas. La batalla de las vacunas. No es pequeño el botín que se espera para el ganador. Capacidad tecnológica, industrial y financiera. La ventaja de emerger en condiciones privilegiadas de la crisis pandémica es lo que se busca así como elevar la moral de las tropas y de los ejércitos en liza. Como siempre tienen ventaja los países con larga experiencia militar. Rusos, británicos, americanos e israelíes. Los perdedores de las últimas guerras, pongamos los alemanes, los japoneses y los italianos van a tener ciertas dificultades. Las nuevas potencias emergentes como China pueden ser el factor sorpresa. Y los perdedores natos: los pequeños países o las potencias no alineadas que tendrán dificultades como es habitual. Business as usual. Nuevos operadores económicos con ansias de gran potencia como los indios también promoverán enormes inversiones en la materia. En ese juego de guerra un factor novedoso va a ser, ya lo está siendo, el intento de la Unión Europea por consorciar su capacidad financiera, tecnológica y de compra para acceder a las vacunas superando la escala nacional y accediendo a un nivel federal aún con grandes dificultades y frustraciones como estamos viendo. Ese salto de nivel es un subproducto benéfico de la pandemia que nunca valoraremos con el suficiente agradecimiento.
Y como en todas las guerras la contienda informativa será crucial. En torno a la eficacia de las vacunas se establecerán peleas en los grandes medios de información. Los observadores irán clavando banderitas y alfileres de colorines sobre los mapas y las geografías. Parece que la vacuna rusa no funciona, dirán unos. O la china resulta un bluff. Pero la americana lleva un componente secreto que altera esto o lo otro. Atentos a lo que se nos viene encima. Estamos en medio de una batalla y tenemos que ser conscientes del coste que esto va a significar. De ahí los movimientos, cautos y de escasa fuerza todavía, a favor de la universalización de la investigación farmacéutica, de nuevas formas de registro y liberación de las patentes y de distribución mundial de las vacunas más allá de la riqueza de las naciones, de los estados y de las poblaciones.
Y ahora pasemos a nuestras tristes circunstancias políticas. El parlamentarismo español esta semana nos ha ofrecido imágenes curiosas. Como la abstención del partido VOX en una votación de cierta trascendencia relacionada con los futuros fondos europeos de reconstrucción post-covid que ha permitido al gobierno de izquierdas salvar la mayoría.
Ese hecho, aparentemente tan extraño, ha permitido visualizar la posibilidad de que VOX sorprenda al PP por su mismo centro. Por la vía de las bases de votantes fieles hasta hoy al partido de Casado, huérfanos de una estrategia realista de su partido de referencia que por otra parte tanto sigue sufriendo de las tarascadas de sus Bárcenas o de las guerras sucias policiales.
O la crisis final de Ciudadanos en medio de la extraña campaña electoral catalana de las que solo cabe esperar la continuidad del eterno empate estratégico entre los partidos independentistas, hoy definitivamente divididos, y el resto, voto o escaño arriba o abajo. Un empate similar al del conjunto del estado entre las polarizadas fuerzas de la izquierda y de la derecha. Por muchas vueltas que le demos el país sigue pendiente de una verdadera revolución institucional que nos ponga al día. Está claro que la pandemia no es el mejor momento para esos cambios.
EL SUEÑO
Vuelven los sueños largos y extraños. Les cuento el último. Me llevo de casa de mi madre un cuadro en el que la ilustración, la lámina, se mueve y no queda ajustada al marco. El marco es de cristal, una especie de sándwich que va fijado entre pinzas. Las pinzas están sueltas y parece que se ajustan con un sistema de vacío producido por una válvula. Mi madre me dice que lo lleve a una tienda y que no lo haga yo, que soy un inútil. Mi madre siempre pensaba que soy un inútil para estas cosas manuales.
Me veo en una acera de la calle tratando de separar el cristal con la llave. Milagrosamente lo consigo y puedo acceder a la ilustración. Aprovecho bien para limpiar el cristal por dentro y procedo a colocar el cristal por encima. Lo consigo centrar y cerrar pero las pinzas no quedan bien fijadas. El caso es que veo que a mí lado se han colocado muchas personas haciendo la misma tarea con otros cuadros. A muchos los conozco. No me causa extrañeza la escena. Todos dejamos los respectivos trabajos ya que está oscureciendo. Pero al día siguiente la nevada ha cubierto todos los materiales abandonados el día anterior. Y para mí sorpresa el único que está allí para comprobarlo soy yo. Termino por encontrar el mío. Compuesto y con un cuadro que ya no es el mismo por el deterioro, vuelvo a casa de mi madre para comprobar cómo se ríe de mí. El hecho es que se ríe pero de otra forma. Le encanta como ha quedado el objeto. El cristal opacado y los colores de la lámina se han transformado para mejor. El amarillo ha mutado en un color dorado, como el de las viejas joyas abandonadas en los trasteros cuando se rescatan tras una herencia. Y el rojo se ha oxidado y con ello ha perdido brillo y ha ganado esplendor y seriedad. Ya no se identifica la bandera española. Mi madre me dice: por fin he podido librarme de esa obligación de lucir la bandera española en el comedor de casa desde mi infancia en los cuarteles de Santa Bárbara. Por una vez has sido útil, hijo mío.
Mi madre se ríe desde el cielo.
Lo dicho. Empiecen a vacunarse aunque se vean obligados a invocar su condición preferida. Anciano. Concejal. O cura.
Besos para todas.
Ángel.