Jose María Rodríguez Díaz. Gallego bueno y generoso. Mindoniense de pro. Hoy le rendimos homenaje en La Casa del Mar de Ribadeo.
Un gran Britoniense.
Alumno y Profesor en Santa Catalina, por tanto hombre de letras impregnado con ese ambiente mágico que sólo puede encontrarse en ciudades inmortales como Mondoñedo.
Uno de aquellos dignos e indispensables miembros del movimiento vecinal, que sin duda ha sido una fórmula propia del papel que corresponder tener en la participación de la democracia a la sociedad civil.
Como dijo Platón, hombre culto y decente. Estamos ante un gallego que nos deja herencia. La mejor que se puede dejar, investigando, divulgando, promocionando el patrimonio cultural de nuestro fabuloso entorno. Y digo fabuloso en el doble sentido de la palabra. Aquellas fábulas del gran Cunqueiro que justifican el slogan de Mariña mágica. Pero fabuloso entorno por todo lo que forma parte de nuestro pasado, como digna provincia en el antiguo Reino de Galicia.
La decencia consiste en devolverle a la sociedad lo que está nos ha dado. Y eso lo hizo José María Rodríguez Díaz, hasta los últimos momentos. En su faceta de articulista, comentarista de radio, movilizador para las conciencias ciudadanas, predicando con su ejemplo y su iniciativa.
Pero, en mi fuero personal, me descubrió San Martiño y todo su esplendor. Nuestra Basílica Britoniense, que junto a Sargadelos, son los dos elementos patrimoniales más importantes de esta comarca que limita con Irlanda mar por medio.
Recuerdo una visita a Sargadelos, y una foto delante del cartel que Luis Seoane dedica a Ibáñez, y que siempre me ha recordado la figura del denario ibérico. Recuerdo nuestro trabajo a favor de poner en disposición el espacio socio sanitario -Una Residencia para los mayores- respondiendo al fenómeno demográfico del envejecimiento poblacional.
Este Diplomado en música sacra por el Instituto Gregoriano de París, sacerdote ordenado en 1959, ganó la oposición de salmista para la Catedral de Mondoñedo. En 1979 secularizado y funcionario del Estado.
Lo mismo defendía desde un pregón, en la Gira de Santa Cruz, al mundo rural, impactado por el sonido de la gaita. Que se esforzaba en la defensa los Faros en Isla Pancha como Patrimonio de la Humanidad. O a través de su pluma, nos animaba a seguir descubriendo y conservando nuestra raíces, de pueblo viejo y orgulloso.
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