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La dirección de la polvareda


Faro iluminado de noite, este fin de semana pasado. Suso Fernández

   Nada encaja en este rompecabezas. Pero nos piden que hagamos como si la lógica aplastante dirigiese esta nube de polvo donde las esquirlas del desastre consiguen brillar como rubíes.

   En nuestro colectivo nadie esperaba nada de Puertos. Al menos nadie esperaba nada coherente, nada avalado por papeles o pruebas de un proceso inmaculado, nada que justificase la falta de informes, pues todo eso era injustificable. ¿Qué podían decir si no era que iban a revisarlo todo? Nada. Así que, para evitar lo peor, nada dijeron. No respondieron ni a “Por nuestro faro”, ni al Defensor del Pueblo, ni al alcalde. Y nada ofrecieron a cambio. Su respuesta fue balbucear una excusa paternalista que los situaría por encima de cualquier normativa, y pronunciar un incómodo “No, gracias” a las alegaciones del Defensor, aquellas alegaciones que indicaron, hasta qué punto las irregularidades colapsaban toda legalidad en el proceso y en el proyecto de hotel de la isla Pancha. Decidieron no aportar nada, lo que no podíamos imaginar era que esa nada pudiera contentar a algunos.

   La nota elaborada por el Concello como respuesta a este vacío parecía de una ingenuidad a prueba de bomba, impagable, indestructible, imposible, fortalecida en su propia debilidad, como puede serlo un niño, presa del pánico, cuando su madre le dice : “No te preocupes, no te va a doler”. Y así, sin una prueba tangible, la satisfacción ciega se volvía oficial.

   ¿Qué tenemos ahora? Pues tenemos un alojamiento precintado con un papel extremadamente fino y frágil, precinto que no puede ser custodiado por haber favorecido la exclusividad de un particular. Y en consecuencia tenemos una isla más que nunca privada, donde una concesión sobre 500 metros da como resultado el imposible acceso a la totalidad de la isla para el Concello, y para los ribadenses. A pesar de todos los precintos, en este bien público y emblemático se ven coches, se hacen fotos para comuniones, se ven entradas y salidas, y de noche la isla aparece engalanada con una iluminación faraónica. Cada cual que imagine lo que quiera porque la imaginación es todo lo que se nos permite.

   Lo que está claro es que nadie está haciendo lo que debe. La isla es un misterio y una contradicción. Puertos miente y trampea. El alcalde se muestra satisfecho, dando la espalda a la Isla Pancha para soplar mejor la nube de polvo que sobrevuela el Concello. Muchos parecen olvidar que el Defensor del Pueblo sugirió que el proyecto era ilegal hasta que se demostrase lo contrario, y que el estudio aportado es a día de hoy la única respuesta, coherente, contrastada y difundida por un organismo independiente con la legislación en la mano.

   En la búsqueda de veracidad, el tiempo ha demostrado a este colectivo que en cada curva del aire, las esquirlas en el polvo brillan al sol hasta que alguien las llama por su nombre. Alguien que vigila la dirección de la polvareda.

Covadonga Suárez, Por Nuestro Faro


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