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Santa Cruz Pre Xira


Mañá é a xira 2016. Teño referido máis dunha vez como quedou o terreo despois da xira (por exemplo, aquí), mais nunca como estaba antes. Velaeiquí algunha foto para ver como está este ano.

 Segado e recortadas as árbores, máis sen recoller. Herba e ramas incluídas.

 Terreo acotado (noutros lugares estaban aínda en construción toldos e separadores de plástico).

 Letrinas con subministro de auga e saída de merda.

 A limpeza case facía a paisaxe como de despois da xira.

 As vistas non cambian…

O terreo está maís ou menos preparado. As ganas coido que si o están, sen dúbida.

Para lembrar, un pregón (de hai 10 anos, 5 de xullo de 2006, por José Mª Rodríguez Díaz, no auditorio):

Señoras y caballeros. Con la venia de Vds.

Se me pide que oficie hoy de pregonero para proclamar al pueblo el
comienzo de la Jira de Santa Cruz. Se que, ni la falta de tiempo de que
dispuse para hilvanar estas líneas, ni mi limitada capacidad van a
satisfacer las expectativas de esta ilustrada asamblea. A Vds., pues,
pido paciencia para poder soportarme y disculpas por mi atrevimiento al
aceptar este encargo. Por eso, la brevedad de este pregón no va a ser en
mi una virtud, sino una necesidad. Pensar en mí para este discurso,
después de tan distinguidos pregoneros que por aquí antes pasaron, lo
considero un honor que no merezco. A la Directiva de ‘Amigos da Gaita’
agradezco la distinción que me hacen. Sólo el cariño que siento por este
pueblo, del que he estado largos años ausente, me obligó a aceptar este
encargo. Soy consciente de que me encuentro ante un culto y exigente
auditorio. Pero confío en que vuestra benevolencia disculpe mi gran
osadía.

No voy a detenerme ahora en ensalzar las bellezas de Santa Cruz, de
su hermoso paisaje o de la importancia de la gaita gallega, el símbolo
más ‘enxebre’ de nuestra tierra, porque otros, más preparados que yo, lo
hicieron antes desde esta tribuna. Además, creo que casi todo está
dicho ya sobre la Jira y sus creadores, sobre la capilla y la cruz de
piedra y sobre el gaiteiro. Sobre la gaita, aún suena en nuestros oídos
la brillante y jocosa elegía que, desde esta misma tribuna, le dedicó el
pregonero del año pasado, Julio Carballal.

En el poco tiempo de que dispuse para hilvanar estas breves
palabras, he tratado de acudir a mis personales vivencias de aquellos
tiempos pasados de los años sesenta, en los que, por vez primera, empecé
a incorporarme a esta celebración campestre, invitado por una familia
muy popular de esta villa, a quien desde aquí dedico un grato recuerdo.

Establecer una comparación entre las romerías de aquellos años y
las actuales es una idea muy sugerente para apreciar los cambios
efectuados en el modo de celebrarlas. Y esta es mi intención.

Las vivencias que conservamos de esta romería los que vivimos
aquellas pasadas épocas, son experiencias que recordamos con verdadera
nostalgia. El recuerdo de aquella juventud ya pasada las hace aún más
atrayentes y sugestivas. Es natural.

Pero, no cabe duda de que se está produciendo un gran cambio, desde
entonces, en la forma de vivir y celebrar esta fiesta. Y esto es lo que
hoy quiero aquí resaltar.

El marco social que entonces nos tocó a todos vivir era muy
distinto del actual. Las pocas ocasiones que teníamos de divertirnos se
vivían con mayor entusiasmo y entrega. La vida de aquellos años era má
propicia para celebrar la romería con mayor intensidad que, quizás, lo
puede ser en estos tiempos de hoy, en los que la sociedad actual goza de
otros muchos y variados atractivos de que antes no disfrutaba.

Las relaciones vecinales, mas intensas e intimas entonces que hoy
en nuestra villa, marcaban profundamente la vida de nuestras gentes, que
vivían la vida con un sentido de vecindad más profundo. Unas relaciones
que ese día se veían trasladadas al campo de Santa Cruz, dotado de la
vista más hermosa que se puede imaginar, y se traducían en una explosión
de alegría entorno a aquellas meriendas que durante horas alegraban la
vida de las familias, que allí acudían, con sus invitados. El poder de
convocatoria de esta fiesta reunía a mucha gente del mundo rural que,
atraídos por la gaita gallega, también venían allí a disfrutar de la
alegría común con sus suculentas viandas. Allí los romeros, no sólo se
agrupaban por pandillas de familias y amigos, sino que convivían y
celebraban sus alegrías unidos, sentados en torno a una mesa o en el
suelo. Era como un aula gigante, al aire libre, en donde se aprendía a
convivir y disfrutar todos juntos.

Pero la celebración de la Jira empezaba ya en la villa, durante las
primeras horas de la mañana, con las alegres alboradas de las gaitas,
creadas por el Gaiteiro Mayor, Primitivo, amenizando las Cuatro Calles y
el Cantón, pregonando, con sus sones alegres y agudos, el comienzo de
la romería. El ambiente de fiesta era ya desbordante en esas tempranas
horas de la mañana. Y este ambiente festivo empezaba a llenar toda la
villa de vida, con la presencia de pandillas de mozos, venidos de otros
pueblos vecinos para participar en la romería. Recorrían las calles y
los bares entonando canciones e impregnando el ambiente de bullicio y
aires de fiesta.

A medio día, después de tomar el acostumbrado aperitivo en los
bares con los amigos, la gente empezaba a desfilar hacia el monte. Los
coches eran escasos y mucha gente subía a pie la empinada cuesta de
Santa Cruz, formando como una gran procesión, portando, en sus cabezas,
las cestas con las viandas, cubiertas con blancos manteles.

Ya en el monte, elegido el sitio para acomodarse, sentados sobre la
alfombra verde y mullida, que formaba la hierba, o en una mesa,
preparada el día anterior, bajo la sombra de los pinos, buscando siempre
la proximidad de los amigos más íntimos, daba comienzo el ritual de la
comida. Se abrían las cestas y sobre los manteles blancos se iban
colocando los suculentos manjares. Y empezaban los intercambios de
viandas entre familiares y amigos para compartir la exquisita empanada
de raxo, las carnes asadas o la deliciosa tortilla, junto al abundante
tintorro para regarla. Luego venía el recorrido de las gaiteiras para
alegrar las meriendas con el cantar de sus gaitas. Ellas eran las
protagonistas de la jornada y a las que muchos romeros acompañaban en
sus recorridos, cantando y bailando la muiñeira.

Mozas, vestidas con lujosos trajes gallegos, con sus faldas rojas y
negras, ribeteadas con abalorios de azabache y sus inmaculadas camisas
blancas, lucían sus galas y encantos mientras, contorneándose
seductoramente, recorrían las meriendas cantando y tocando las
panderetas.

Y de cada merienda, recuperadas las fuerzas con el tintorro y la
empanada, surgían alegres las habaneras y las muiñeiras con las que
muchos, como Antón, Cociña, Mingos y otros que se unían al coro,
alegraban la fiesta con sus canciones, recorriendo las mesas de los
amigos. El ambiente de alegría, que nace del estómago lleno, del ribeiro
y del cantar de las gaitas, impregnaba todo el entorno del campo. Y en
ese ambiente de alegría y de fiesta, transcurrían las horas entre las
gratas conversaciones de los amigos y el danzar espontáneo de los grupos
de bailarinas que, al son de las gaitas y rodeadas por grupos de gente,
formando corros, bailaban las muiñeiras hasta el caer de la tarde, ya
casi de noche, cuando los últimos rayos del sol poniente resaltaban con
su luz las blancas siluetas de Figueiras y Castropol, antes de
desvanecerse en la oscuridad de la noche. Hoy nos queda, como recuerdo y
testimonio de aquella época, el monumento al gaiteiro, que proclama los
orígenes de esta fiesta y el protagonismo que en ella tuvo la gaita.
Esa gaita que, como dijo Daniel Cortezón, en su precioso pregón de hace
años, no solamente canta y llora, sino que habla, también.

Para muchos, como era el caso de la familia que a mi me acogía, la
fiesta no acababa en Santa Cruz. Ya de nuevo en la villa, los amigos se
juntaban otra vez para continuar consumiendo los restos de las viandas
durante las horas nocturnas, y acabar, luego, disfrutando de la orquesta
que tocaba en el Cantón.

Y esa era la romería que aún permanece viva en mis recuerdos. Muy
distinta de la de hoy, en la que se imponen otras vivencias y otras
formas de celebrarla. Esta es la nueva época de la litrona y del
calimocho, que domina en los ambientes juveniles de hoy. La sociedad no
es estatica. Los nuevos ritmos vitales, que marcan la vida de nuestros
jóvenes, son diferentes. ‘Mejores o peores’ Simplemente distintos. Pero
es lo cierto, y lo vemos con pena, que en ellos priva más la diversión
que las relaciones humanas. Y el ambiente que hoy se vive en Santa Cruz
es distinto del que nosotros vivimos ayer. ¿Qué ha pasado para que estas
vivencias estén tan lejos de lo que fueron las nuestras?

Pero a uno le gustaría que aquel espíritu que impregnaba la fiesta
no se perdiera. Celebrar en común es sentir y vivir en común. Y los
pueblos, hoy más que nunca, necesitan descubrir y conservar sus raíces
para vencer lo negativo que nos imponen otras culturas extrañas,
procedentes de un mundo globalizado. Para vivir unidos y mantener unida
nuestra comunidad necesitamos seguir celebrando nuestras fiestas,
unidos. Añoramos aquellos viejos tiempos, de escaso valor mercantilista,
pero muy importantes en valores de convivencia. La invitación que hago
yo hoy, en este pregón, es la de intentar recuperar las raíces de aquel
espíritu con que esta fiesta nació. Un pueblo gallego sin gaita es un
pueblo sin alegría. Y un pueblo gallego sin romerías es un pueblo en el
que la gente convive sin conocerse.

No puedo dar fin a este pregón, porque es obligado hacerlo, sin
recordar aquí a quienes fueron los fundadores de la Jira de Santa Cruz,
que tuvo como principales inspiradores a los hermanos Suárez Couto y a
Francisco Maseda, entre otros. Como muestra de agradecimiento y en su
recuerdo alzaremos mañana una copa brindando para que nunca falte la
gaita en esta fiesta y por una larga vida para esta Jira que ellos
crearon. Y hago votos para que la prestigiosa sociedad ‘Amigos da
Gaita’, impulsora y alma de esta fiesta, siga adelante con ilusión en
sus esfuerzos para lograr que la Jira, aun sin cohetes, no pierda sus
verdaderas raíces y dure ‘mil primaveiras máis’, como decía Cunqueiro.

Ribadenses e forasteiros, amigos da Gaita e da Xira, a prepararse
para facerlle a homenaxe á gaita e ós gaiteiros e tamborileiros, á
empanada e ás sardiñas, ó pan e ó viño e á augardente para facer a
queimada. Proclamamos aberta a festa da gaita. Pregoamos aberta a Xira
de Santa Cruz. E mañán, todos, como unha sola familia!!! Xira de Santa
Cruz, a comer e a bailar a muiñeira, e a presentarlle a ofrenda ó
Gaiteiro!

Sobre a Xira.


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